13.1.12

Sierra Leona, año cero


Alrededor de mil millones de personas conforman el continente africano. Se trata de un valor estimativo. En numerosas regiones de África es prácticamente una odisea recabar datos fiables para elaborar los censos de población. Sin embargo, en algunos de estos recónditos lugares es muy sencillo dar con alguien que conozca al dedillo los resultados correspondientes a la última jornada de la Premier League.

Allí, entre reservas naturales y áridos parajes, los críos sueñan con convertirse en genios del balompié. La influencia europea en África es manifiesta, pero el poso conceptual es bien distinto. El fútbol no se mide coches de lujo, grandes contratos publicitarios o mujeres despampanantes. Fútbol entendido en términos subdesarrollados, al igual que sucede en parte de Sudamérica, equivale a tener oportunidades. La más básica, la garantía de crecer en un continente donde la mortalidad infantil es una lacra. Las cantidades de dinero que genera el deporte soportan familias enteras, en ocasiones, pueblos enteros. Alfabetización, acceso a alimentos, a agua potable... En definitiva, alrededor de él se genera la posibilidad de vivir -y morir- dignamente.

David Beckham en Sierra Leona
Sierra Leona está formada por más de veinte etnias y algunas minorías de indios, libaneses y europeos. Los sierraleoneses son grandes amantes de esto que inventaron los ingleses, pulieron los holandeses y abrillantaron los brasileños. Aunque a ellos les suene de puntillas la evolución de un fútbol que escenifican con increíbles galopadas, cabezazos muy precisos y brutales remates. Un juego colectivo que se asimila además de forma colectiva en los vecindarios. Los futbolistas no son iconos, son héroes nacionales.

Donde la violencia brota y se propaga entre los individuos, cuesta levantar cabeza para otear horizontes más alborozados. En el ocaso de la Guerra Civil era común la masacre, la violación o la amputación a menores. Residuos de un conflicto que aún están por reciclar en Sierra Leona y que inducen a muchos a especular con la resurreción de la lucha armada.

Sin caer en tamaña e inconsciente comparación, también el fútbol sufrió un retroceso importante durante las tensiones Gobierno-rebeldes-ONU. Pero se mantuvo vivo. Jugadores sierraleoneses cuentan que tras la Guerra los únicos ejemplos de unión en medio de semejante ostracismo se produjeron durante los partidos y festivales de fútbol que se celebraban anualmente en el país. Pobre de aquel, eso por descontado, que se atreviese a vencer a los rebeldes. En aquellos momentos, el movimiento de un balón era capaz de paralizar la contienda y se convertía en el actor principal de un triunfo mucho más significativo que el bélico. Además, este deporte fue una de las bases de las terapias de reinserción para los excombatientes, persiguiendo la identificación con un rol social más constructivo. Fueron demasiados los niños en primera línea de fuego en Sierra Leona, algunos de ellos levantaban poco más que un par de palmos del suelo. En los campamentos de rehabilitación, los dos bandos que se enfrentaron en la Guerra compartieron camiseta y empezaron a luchar figuradamente por un objetivo común. 

El fútbol se resintió al tiempo que lo hizo el pueblo y ha sabido reinventarse a medida que lo hace el pueblo. Es sabido que en Sierra Leona es muy popular el fútbol practicado por jóvenes que sufrieron amputaciones. Para que nos hagamos una idea aquí, en el viejo continente, estos jugadores entrenan durante más o menos treinta minutos y sus partidos duran veinticinco. Al final del encuentro los futbolistas reciben agua, unas calderillas para pagar el autobús de vuelta a casa y algunas medicinas. Absolutamente todos dependen de los analgésicos después del entreno.

En Sierra Leona el fútbol, más que el deporte rey, es el primer espacio en el que construir futuro.

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